Archive for Amor Vs Desamor

Quiero ser…

«Yo deseo con el alma ser tu Karma,

la que traiga un mundo lleno de magia.

Quiero arraigar en tu pecho un sin numero de versos.

Quiero tocar tu corazón y llenarlo todo de amor.

Quiero ser la frontera donde pases cuando quieras.

Quiero desnudar mi sencillez para brindartela a ti, mi dulce bebe.

Oh!, campanadas de llanto escuche, cuando la soledad

en tu alma acampaba, yo quiero ser tu motivo de vivir,

el mas hermoso de todo tu existir…

Quiero que me sueñes aun cuando despierto tu te encuentres,

que de tus labios no me apartes en ningun momento…

mi dulce inspiracion.

Quiero bañarte de alegria, y ser siempre

el principio y el fin de tus poesías.

Oh!, mi dulce admirante,

quiero que me admires como a nadie.

Cuando la luna se aparezca en las noches

aún cuando las nubes, las estrellas  y el

sol te alumbre… quiero que en cada una de ellas

me veas y te enamores cada vez mas de ellas,

por que así sabre que tu amor

para mi será.»

Zely Q. de Labrador…

La tía Daniela se enamoró como se enamoran las mujeres inteligentes, cómo una idiota…

La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota. Lo Había visto llegar una mañana, caminando con los hombros erguidos sobre un paso sereno y había pensado: «Este hombre se cree Dios». Pero al rato de oírlo decir historias sobre mundos desconocidos y pasiones extrañas, se enamoró de él y de sus brazos como si desde niña no hablara latín, no supiera lógica, ni hubiera sorprendido a media ciudad copiando los juegos de Góngora y Sor Juana como quien responde a una canción en el recreo.

Era tan sabia que ningún hombre quería meterse con ella, por más que tuviera los ojos de miel y una boca brillante, por más que su cuerpo acariciara la imaginación despertando las ganas de mirarlo desnudo, por más que fuera hermosa como la virgen del Rosario. Daba temor quererla porque algo había en su inteligencia que sugería siempre un desprecio por el sexo opuesto y sus confusiones.

Pero aquel hombre que no sabía nada de ella y sus libros, se le acercó como a cualquiera. Entonces la tía Daniela lo dotó de una inteligencia deslumbrante, una virtud de ángel y un talento de artista. Su cabeza lo miró de tantos modos que en doce días creyó conocer a cien hombres.

Lo quiso convencida de que Dios puede andar entre mortales, entregada hasta las uñas a los deseos y las ocurrencias de un tipo que nunca llegó para quedarse y jamás entendió uno solo de todos los poemas que Daniela quiso leerle para explicar su amor.

Un día, así como había llegado, se fue sin despedir siquiera. Y no hubo entonces en la redonda inteligencia de la tía Daniela un solo atisbo de entender qué había pasado.

Hipnotizada por un dolor sin nombre ni destino se volvió la más tonta de las tontas. Perderlo fue una larga pena como el insomnio, una vejez de siglos, el infierno.

Por unos días de luz, por un indicio, por los ojos de hierro y súplica que le prestó una noche, la tía Daniela enterró las ganas de estar viva y fue perdiendo el brillo de la piel, la fuerza de las piernas, la intensidad de la frente y las entrañas.

Se quedó casi ciega en tres meses, una joroba le creció en la espalda, y algo le sucedió a su termostato que a pesar de andar hasta en el rayo del sol con abrigo y calcetines, tiritaba de frío como si viviera en el centro mismo del invierno. La sacaban al aire como a un canario. Cerca le ponían fruta y galletas para que picoteara, pero su madre se llevaba las cosas intactas mientras ella seguía muda a pesar de los esfuerzos que todo el mundo hacía por distraerla.

Al principio la invitaban a la calle para ver si mirando las palomas o viendo ir y venir a la gente, algo de ella volvía a dar muestras de apego a la vida. Trataron todo. Su madre se la llevó de viaje a España y la hizo entrar y salir de todos los tablados sevillanos sin obtener de ella más que una lágrima la noche que el cantador estuvo alegre. A la mañana siguiente le puso un telegrama a su marido diciendo: «Empieza a mejorar, ha llorado un segundo». Se había vuelto un árbol seco, iba para donde la llevaran y en cuanto podía se dejaba caer en la cama como si hubiera trabajado veinticuatro horas recogiendo algodón. Por fin las fuerzas no le alcanzaron más que para echarse en una silla y decirle a su madre: «Te lo ruego, vámonos a casa».

Cuando volvieron, la tía Daniela apenas podía caminar y desde entonces no quiso levantarse. Tampoco quería bañarse, ni peinarse, ni hacer pipí. Una mañana no pudo siquiera abrir los ojos.

-¡Está muerta! – oyó decir a su alrededor y no encontró las fuerzas para negarlo.

Alguien le sugirió a su madre que ese comportamiento era un chantaje, un modo de vengarse en los otros, una pose de niña consentida que si de repente perdiera la tranquilidad de la casa y la comida segura, se las arreglaría para mejorar de un día para el otro. Su madre hizo el esfuerzo de abandonarla en el quicio de la puerta de la Catedral.

La dejaron ahí una noche con la esperanza de verla regresar al día siguiente, hambrienta y furiosa, como había sido alguna vez. A la tercera noche la recogieron de la puerta de la Catedral con pulmonía y la llevaron al hospital entre lágrimas de toda la familia.

Ahí fue a visitarla su amiga Elidé, una joven de piel brillante que hablaba sin tregua y que decía saber las curas del mal de amores. Pidió que la dejaran hacerse cargo del alma y del estómago de aquella náufraga. Era una creatura alegre y ávida. La oyeron opinar. Según ella el error en el tratamiento de su inteligente amiga estaba en los consejos de que olvidara. Olvidar era un asunto imposible. Lo que había que hacer era encauzarle los recuerdos, para que no la mataran, para que la obligaran a seguir viva.

Los padres oyeron hablar a la muchacha con la misma indiferencia que ya les provocaba cualquier intento de curar a su hija. Daban por hecho que no serviría de nada y sin embargo lo autorizaban como si no hubieran perdido la esperanza que ya habían perdido.

Las pusieron a dormir en el mismo cuarto. Siempre que alguien pasaba frente a la puerta oía a la incansable voz de Elidé hablando del asunto con la misma obstinación con que un médico vigila a un moribundo. No se callaba. No le daba tregua. Un día y otro, una semana y otra.

-¿Cómo dices que eran sus manos? – preguntaba. Si la tía Daniela no le contestaba, Elidé volvía por otro lado.

-¿Tenía los ojos verdes? ¿Cafés? ¿Grandes?

-Chicos – le contestó la tía Daniela hablando por primera vez en treinta días.

-¿Chicos y turbios?- preguntó la tía Elidé.

– Chicos y fieros – contestó la tía Daniela y volvió a callarse otro mes.

– Seguro que era Leo. Así son los de Leo – decía su amiga sacando un libro de horóscopos para leerle. Decía todos los horrores que pueden caber en un Leo. – De remate, son mentirosos. Pero no tienes que dejarte, tú eres de Tauro. Son fuertes las mujeres de Tauro.

– Mentiras sí que dijo – le contestó Daniela una tarde.

-¿Cuáles? No se te vayan a olvidar. Porque el mundo no es tan grande como para que no demos con él, y entonces le vas a recordar sus palabras. Una por una, las que oíste y las que te hizo decir.

-No quiero humillarme.

-El humillado va a ser él. Si no todo es tan fácil como sembrar palabras y largarse.

-Me iluminaron -defendió la tía Daniela.

– Se te nota iluminada – decía su amiga cuando llegaban a puntos así.

Al tercer mes de hablar y hablar la hizo comer como Dios manda. Ni siquiera se dio cuenta cómo fue. La llevó a una caminata por el jardín. Cargaba una cesta con fruta, queso, pan, mantequilla y té. Extendió un mantel sobre el pasto, sacó las cosas y siguió hablando mientras empezaba a comer sin ofrecerle.

– Le gustaban las uvas – dijo la enferma.

– Entiendo que lo extrañes.

Sí – dijo la enferma acercándose un racimo de uvas -. Besaba regio. Y tenía suave la piel de los hombros y la cintura.

-¿Cómo tenía? Ya sabes – dijo la amiga como si supiera siempre lo que la torturaba.

– No te lo voy a decir – contestó riéndose por primera vez en meses. Luego comió queso y té, pan y mantequilla.

– ¿Rico? – le preguntó Elidé.

– Sí – le contestó la enferma empezando a ser ella.

Una noche bajaron a cenar. La tía Daniela con un vestido nuevo y el pelo brillante y limpio, libre por fin de la trenza polvorosa que no se había peinado en mucho tiempo.

Veinte días después ella y su amiga habían repasado los recuerdos de arriba para abajo hasta convertirlos en trivia. Todo lo que había tratado de olvidar la tía Daniela forzándose a no pensarlo, se le volvió indigno de recuerdo después de repetirlo muchas veces. Castigó su buen juicio oyéndose contar una tras otra las ciento veinte mil tonterías que la había hecho feliz y desgraciada.

– Ya no quiero ni vengarme – le dijo una mañana a Elidé -. Estoy aburridísima del tema.

– ¿Cómo? No te pongas inteligente – dijo Elidé-. Éste ha sido todo el tiempo un asunto de razón menguada. ¿Lo vas convertir en algo lúcido? No lo eches a perder. Nos falta lo mejor. Nos falta buscar al hombre en Europa y África, en Sudamérica y la India, nos falta

encontrarlo y hacer un escándalo que justifique nuestros viajes. Nos falta conocer la galería Pitti, ver Florencia, enamorarnos en Venecia, echar una moneda en la fuente de Trevi. ¿Nos vamos a perseguir a ese hombre que te enamoró como a una imbécil y luego se fue?

Habían planeado viajar por el mundo en busca del culpable y eso de que la venganza ya no fuera trascendente en la cura de su amiga tenía devastada a Elidé. Iban a perderse la India y Marruecos, Bolivia y el Congo, Viena y sobre todo Italia. Nunca pensó que podría convertirla en un ser racional después de haberla visto paralizada y casi loca hacía cuatro meses.

– Tenemos que ir a buscarlo. No te vuelvas inteligente antes de tiempo – le decía.

– Llegó ayer – le contestó la tía Daniela un mediodía.

– ¿Cómo sabes?

– Lo vi. Tocó en el balcón como antes.

– ¿Y qué sentiste?

– Nada.

-¿Y qué te dijo?

– Todo.

– ¿Y qué le contestaste?

– Cerré.

-¿Y ahora? – preguntó la terapista.

– Ahora sí nos vamos a Italia: los ausentes siempre se equivocan.

Y se fueron a Italia por la voz del Dante: «Piovverà dentro a l’alta fantasía.»

«Cuando un hombre que está vivo te hace llorar, hay que dejarlo. Sólo se llora por los amantes muertos».
Clara Obligado

Nanis… TKM!!!! =D

Mi mejor sueño… mi peor pesadilla…

Es hora de soñar.

Sí, sé que decirlo es como hacer una revolución: alzar provocadoras armas tenues.

Estamos en el 2011 y no resulta muy exagerado afirmar que el mundo se desangra; esto tiene que ver, por supuesto, con la guerra; por supuesto, con el planeta que parece agonizar entre el cambio climático, falta de agua, extinciones de especies y contaminaciones.

Pero, además, está el alma del hombre -como género; no me pidas que escriba: “…del hombre y la mujer”.
El alma también está en guerra, tiene un clima algo inhóspito y parece contaminada por demasiados venenos, no sólo los tóxicos de siempre.

Está, el alma, intoxicada de materialismo, de pesimismo y de banalidad.
Por eso es hora de soñar los mejores sueños: ellos limpian.

Y a que ni te imaginas cual es mi mejor sueño… Te lo voy a contar:

Es un gran hombre, con los ojos más hermosos, por que estos reflejan el mas profundo sentir de su alma;
Con el cuerpo más perfecto, por que es ese aquel que cumple mis deseos;
Con los labios más lindos, por que al escucharlos esbozar palabras me derriten, por que con ese nectar con sabor tan similar a la ambrosia me llenan de alegría y placer sin igual…
Con un olor… que el olfato parece ligarse a todo el cuerpo, llenandome de magía…
Sigo, o puedo decirte simplemente cual es mi mejor sueño?

ok, ok… su nombre:

Casualidades de la vida… se llama como TU.

Y anhelo alguna vez, sólo una vez… volver a soñar…

Vivir Despeinada

[…]

Todos deberíamos atender esta frase con intensidad, sin poses, disfrutando cada momento, cada experiencia, cada afecto. Sin lugar a dudas,  seríamos mucho más felices.

«Hoy he aprendido que hay que dejar que la vida te despeine, por eso he decidido disfrutar la vida con mayor intensidad».El mundo está loco. Definitivamente loco. Lo rico, engorda.  Lo lindo sale caro.  El sol que ilumina tu rostro arruga.

 Y lo realmente bueno de esta vida, despeina:

– Hacer  el amor, despeina.
– Reírte a carcajadas, despeina.
– Viajar,  volar, correr,  meterte  en el mar, despeina.
– Quitarte la ropa, despeina.
– Besar a la persona que amas, despeina.
– Jugar, despeina.
– Cantar hasta que te quedes sin aire, despeina.
– Bailar  hasta que  dudes  si fue buena idea ponerte tacones altos esa noche, te deja el pelo irreconocible…

Así que como siempre cada vez que nos veamos yo voy a estar con  el cabello despeinado.

Sin embargo, no tengas duda de que estaré pasando por el momento más feliz de mi vida. Es ley  de vida: siempre va a estar más despeinada la mujer ( o el hombre) que elija ir en el primer carrito de la montaña rusa, que la (el) que elija no subirse.

Puede ser que me sienta tentada a ser una mujer impecable, peinada y planchadita  por  dentro  y por fuera. El aviso clasificado de este mundo exige buena presencia: Péinate, ponte, sácate, cómprate, corre, adelgaza, come  sano, camina derechita, ponte seria…  Y quizá debería seguir las instrucciones pero ¿cuando me van a dar la orden de ser feliz? Acaso no se dan cuenta que para lucir linda, me debo de sentir linda… ¡La persona más linda que puedo ser!

Entrégate, Come rico, Besa, Abraza, Haz el amor, Baila, Enamórate, Relájate, Viaja, Salta, Acuéstate tarde, Levántate temprano, Corre, Vuela, Canta, Ponte linda, Ponte cómoda, Admira el paisaje, Disfruta,

y sobre  todo, deja  que la vida te despeine!!!

Lo peor que puede pasarte es que, sonriendo frente al espejo, te tengas que volver a peinar.

[…]

 

 

4 U

Hay una oración especial para darle fuerza a las personas que enfrentan circunstancias que no quieren aceptar.
El poder de esta oración proviene del análisis de la naturaleza humana.
"Le pedimos a Dios la serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar…"
Por que muchos nos enfurecemos por los retos que la vida nos presenta.
"… El valor para cambiar las cosas que podemos…"
Por que muchos somos cobardes y tememos defender lo que es correcto.
"… y sabiduría para conocer la diferencia."
Por que muchos caemos en la desesperanza cuando enfrentamos una elección insoportable.
La buena noticia para para aquellos que pronuncian estas palabras es que Dios los escucha y responde su oración.
La mala noticia es que en ocasiones,  la respuesta es no.

SOÑAR